El presidente argentino hizo fuertes críticas al Foro Económico Mundial, dijo que la Argentina es un ejemplo, apuntó al wokismo y asoció la “ideología de género” a la pedofilia

Este es el discurso completo del presidente argentino, Javier Milei, en el Foro Económico Mundial de Davos:

Buenos días a todos. Cuánto ha cambiado en tan poco tiempo. Hace un año me paré aquí frente a ustedes en soledad y dije algunas verdades sobre el estado del mundo occidental que fueron recibidas con cierta sorpresa y estupor por buena parte del establishment político, económico y mediático de Occidente. Y debo reconocer que, en algún sentido, lo comprendo. Un presidente de un país que, producto del fracaso económico sistemático por más de 100 años, producto de haber tomado posturas pusilánimes en los grandes conflictos globales, y producto de habernos cerrado al comercio, había perdido prácticamente toda relevancia internacional con el correr de los años. Un presidente de ese país se para en este estrado y le dice al mundo entero que están equivocados, que se dirigen al fracaso, que Occidente se ha desviado y que debe ser reencauzado.

Un presidente de ese país, Argentina, que no era político, que no tenía apoyo legislativo, que no tenía apoyo de gobernadores ni de empresarios ni de grupos mediáticos. En ese discurso, aquí, parado frente a ustedes, les dije que era el comienzo de una nueva Argentina, que Argentina había estado infectada de socialismo por demasiado tiempo y que con nosotros iba a volver a abrazar las ideas de la libertad; un modelo que nosotros resumimos en la defensa de la vida, la libertad y la propiedad privada.

Y también les dije que, en algún sentido, la Argentina era el fantasma de las navidades futuras de Occidente porque ya habíamos vivido todo lo que ustedes estaban viviendo y ya sabíamos cómo terminaba. Un año después, debo decir que ya no me siento tan solo, no me siento tan solo porque el mundo ha abrazado a la Argentina. Argentina se ha convertido en ejemplo mundial de responsabilidad fiscal, de compromiso con nuestras obligaciones, de cómo terminar con el problema de la inflación y también de una nueva forma de hacer política, que consiste en decirle la verdad a la gente en la cara y confiar en que la gente entenderá.

Tampoco me siento solo porque a lo largo de este año he podido encontrar compañeros en esta pelea por las ideas de la libertad en todos los rincones del planeta. Desde el maravilloso Elon Musk hasta la feroz dama italiana, mi querida amiga, Giorgia Meloni; desde Bukele en El Salvador hasta Víctor Orbán en Hungría; desde Benjamín Netanyahu en Israel, hasta Donald Trump en Estados Unidos. Lentamente se ha ido formando una alianza internacional de todas aquellas naciones que queremos ser libres y que creemos en las ideas de la libertad.

Y lentamente, lo que parecía una hegemonía absoluta a nivel global de la izquierda woke en la política, en las instituciones educativas, en los medios de comunicación, en organismos supranacionales o en foros como Davos, se ha ido resquebrajando y se empieza a vislumbrar una esperanza para las ideas de la libertad.



Hoy vengo aquí a decirles que nuestra batalla no está ganada, que si bien la esperanza ha renacido es nuestro deber moral y nuestra responsabilidad histórica desmantelar el edificio ideológico del wokismo enfermizo. Hasta que no hayamos logrado reconstruir nuestra catedral histórica, hasta que no logremos que la mayoría de los países de Occidente vuelvan a abrazar las ideas de la libertad, hasta que nuestras ideas no sean la moneda común de los pasillos de eventos como este, no podremos bajar los brazos porque, debo decir, foros como este han sido protagonistas y promotores de la agenda siniestra del wokismo que tanto daño le está haciendo a Occidente. Si queremos cambiar, si queremos verdaderamente defender los derechos de los ciudadanos, primero tenemos que empezar por decirles la verdad.

Y la verdad es que hay algo profundamente equivocado en las ideas que se han estado promoviendo desde foro como este. Me gustaría tomarme unos minutos, desde este día, para discutir algunas de ellas. Hoy, pocas personas niegan que soplan vientos de cambio en occidente. Están quienes se resisten al cambio, está quienes lo aceptan a regañadientes pero lo aceptan al fin, están los nuevos conversos que aparecen cuando lo ven como inevitable y, por último, estamos quienes hemos luchado toda una vida por su advenimiento.

Cada uno de ustedes sabrá en qué grupo se reconoce, seguramente haya un poco de cada uno en este auditorio, pero todos reconocerán, seguramente, que el tiempo de cambio está tocando la puerta. Los momentos de cambio histórico tienen una particularidad: son tiempos donde las fórmulas que estuvieron vigentes por décadas se agotan, las maneras consideradas únicas de hacer las cosas dejan de tener sentido y lo que para muchos eran verdades incuestionables son, finalmente, puestas en duda. Son momentos donde las reglas se reescriben y por eso son tiempos que recompensan a quienes tienen el coraje para tomar riesgos.

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