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Dos madres cierran 35 años de luto Malvinas

 

Se trata de María del Carmen Penón de Araujo, y de Julia Franco, cuyos hijos constituyen dos de las 88 identificaciones positivas realizadas por antropólogos de la Cruz Roja Internacional sobre las 121 tumbas sin nombres de la necrópolis militar, donde hay enterrados 237 soldados argentinos de un total de 649 que murieron en el conflicto militar con Gran Brataña.

 

“Le agradezco al enemigo por haber cuidado con tanto respeto sus restos”, expresó Penón de Araujo, quien supo de la confirmación hace tres semanas y que un tiempo antes había recibido la distinción “Madres de la Patria” por parte del Ejército Argentino.

 

“Para mí, con esta confirmación mi hijo nació de nuevo. Es todo tan mágico, que tengo miedo de que se corra el velo y me despierte de este sueño. Aunque no, ahora sé cuál es la verdad y estoy agradecida. Principalmente, al enemigo, por haber cuidado sus restos mortales con tanto respeto”, contó la mujer al matutino nacional.

 

Penón de Araujo, de 81 años y madre del soldado Elbio Eduardo Araujo, también recibió dos paquetes cerrados al vacío con objetos personales encontrados junto al cadáver de su hijo.

 

Allí estaba la licencia de conducir, el certificado pago de un centro de estudios en Quilmes (el joven pensaba terminar el secundario), la libreta del regimiento, una estampita de la Virgen de la Merced y una pulsera de caucho.

 

“La primera versión que recibió la familia, en 1982, daba cuenta de una bomba que había caído de lleno en la trinchera y los restos del soldado Araujo -que pertenecía al Regimiento Infantería Mecanizado 7 “Coronel Conde” de La Plata- se habían fundido con la tierra. Por eso, en un viaje a Malvinas de 1991, a María del Carmen y su hija menor, María Fernanda (hoy Presidenta de la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur) les alcanzó con besar la tierra de Monte Longdon”, recordó Clarín.

 

Sin embargo, la verdad era otra. “La encargada del ADN me contó ahora que Elbio solo tenía una herida del pecho. El resto del cuerpo estaba intacto”, detalló María del Carmen.

 

Se habían confundido con otro soldado. “Ahora sueño con ver la placa con su nombre en la tumba, porque ya sabemos dónde está. Sé que él nos tenía preparada esta sorpresa para el final, es un regalo cielo”, agregó.

 

Julia Franco, de 75 años y madre del soldado Ángel Amado Franco Benítez, dijo que la noticia de la identificación fue un golpe muy duro.

 

“Nos dieron una carpeta donde cuenta cómo fue el proceso de ADN. Todo se dio muy rápido: lo sacaron de la tierra, le hicieron el análisis y enseguida dio positivo con la muestra de mi sangre que había aportado. Hay fotos de eso, yo no quise mirar”, recordó.

 

Julia, oriunda de Chaco pero instalada desde antes de la guerra en la localidad bonaerense de Banfield, sufrió durante todos estos años la falta de comunicación oficial sobre qué le había ocurrido a su hijo. Nunca le llegó una carta desde Malvinas que certificara la muerte, ni el Ejército le facilitó información a otros dos hijos, Raúl y Damián, que reclamaron sin cansancio por su paradero.

 

“Nos dijeron que van poner el nombre de los soldados identificados en las cruces. También, nos prometieron viajar a Malvinas. A mí me gustaría ir, porque nunca tuve la oportunidad. Quiero ponerle una flor en su sepultura. Ahora ya sé que no a volver nunca más”, sostuvo Franco.

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