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¡Justicia para todas las Alika! La impunidad de ellos y el miedo de ellas

¿Por qué van a juzgarla a ella, rescatada durante un operativo, querellante en la causa y testigo? Porque abrió la boca. Y…. Si denunció a sus explotadores, puede también denunciar a los prostituyentes, su violencia, su perversidad, sus acciones no sólo contra ella sino contra todas las mujeres. El acto de nombrar eso rompería con el inmenso montaje que sostiene la ‘buena imagen’ de los ‘señores respetables’ que diariamente hacen por unos pocos pesos con algunas mujeres, las putas, lo que no quieren que le hagan a sus hijas o lo que no se atreven a pedirle a cualquier otra mujer.

 

Alika convive con el miedo que le importan las amenazas y los golpes que a modo de insulto recibe a diario. Pero los acusados y, sobre todo, esos cómplices que fueron todos y cada uno de los hombres que ingresaron en ese prostíbulo y les pagaron para tener sexo con alguien que no lo desea (algo que en cualquier otro ámbito se define como violación) conviven con el miedo a la exposición pública de sus datos, y consecuentemente a ser señalados. O no. Porque al final de cuenta en ese estrado judicial se reproduce la lógica respaldada por Levi Staruss cuando dijo que un grupo de mujeres se reserva para el goce de todos los hombres. Esa misma lógica es la que mantiene vigente que los hombres puedan considerar cosas a las mujeres, mirarlas igual que a cualquier otro objeto, y destrozarlas (o al menos intentarlo) si intentan revertir su situación.

 

El Estado abandona a las víctimas de trata, con la misma liviandad con que abandona a muchas mujeres en la pobreza y la indigencia. Y con la misma indiferencia con que culpa a una madre por la muerte de su hijo desnutrido, culpa a la mujer engañada, que es indirectamente empujada a la prostitución (por la transfobia, por el hambre propio o de su crianza, por la miseria, por la falta de trabajo, por la necesidad de ser alguien en un mundo en el que sin dinero no sos nadie, por el cartel de puta colgado a una edad temprana), diferenciándola de la que es secuestrada, como si hubiera tanta diferencia. El Estado sabe quienes son los proxenetas, los tratantes, los fiolos. Lo sabe porque forman parte del Estado. Lo saben porque los funcionarios también ‘se van de putas’. Porque el Estado cobra y controla la habilitación de prostíbulos. En algunas provincias, hasta cobran libreta sanitaria (a ellas, por supuesto; a ellos jamás). Por eso, Alika también es querellante contra el Estado, que permite y hasta se financia con los cuerpos de las mujeres prostituidas.

 

Se habla mucho de rescatar a las víctimas de trata, pero no se habla tanto del rechazo que reciben de sus comunidades cuando regresan. Se habla mucho de que ‘vuelven porque les gusta’, pero poco se dice de la absoluta ausencia de medios que se les ofrece para poder dejar atrás los prostíbulos. Mucho se está hablando de que ‘eligen’. Pero nada se dice de lo que sucede cuando muchas se dan cuenta de que esa “elección” ya no es lo que quieren, o se atreven a elegir otra cosa. Ni de lo duro que es, ni de la soledad absoluta, ni de la lucha para dejar de ser vistas como ‘muñecas inflables’.

 

Tampoco se habla del terror que tiene la sociedad a que hablen y denuncien. El proxeneta y el prostituyente pasearán tranquilos mientras ellas se queden calladitas y quietas ¿Qué pasaría si salen en masa, el mismo día, todas las mujeres de los prostíbulos a señalar al que le pega, al que se saca el forro y la contagia, al respetable señor que paga para someter sexualmente a una mujer y que se mantenga callada?. Los proxenetas o ‘empresarios de la noche’ se siguen enriqueciendo al altísimo costo que pagan mujeres, adolescentes y niñas encerradas dentro de prostíbulos o paradas en una esquina ¿Por qué nadie ve a los señores que pasan en autos bastante nuevos buscando niñas, niños y adolescentes para abusar de ellxs? ¿Por qué la policía no los detiene? ¿Por qué no se detiene al tipo que intimida tanto a las mujeres en las puertas de los hoteles o las esquinas?

 

Mientras sigan apareciendo mujeres prostituidas muertas o ‘suicidadas’ de un tiro en la pierna y otro en el pecho. Mientras la que se tiró de una terraza escapando de un ‘cliente’ que la amenazaba con un arma de fuego no sea agregada en la lista de femicidios porque fue suicidio ¿Qué diferencia hay entre que te peguen un tiro y tirarte al vacío con la esperanza de no morir de un disparo? ¿A quién se le ocurre pegarse a sí misma un tiro en una pierna antes de suicidarse? Mientras que la travesti que apareció muerta a golpes en una alcantarilla también sea considerada víctima de femicidio aunque en su documento se lea Jorge ¿Acaso las mujeres trans y travestis que están en proceso o que no quieren modificar su documentación no son víctimas de la trata, violencia machista y el odio?

 

Queremos que hablen. Queremos que señalen a los tipos que las explotan y que las vulneran. Estamos hartas de que la violencia que padecen sea anónima. ¿Por qué nos importa tanto si esa mina es una puta, y nos importan tan poco los 10 o 15 tipos que pagan a diario para cojerla sin importarles nada? ¿Por qué nos importa tan poco que se señale a los dueños de los prostíbulos donde se explota mujeres, adolescentes, niños y niñas, para saber quiénes son y cuidar de ellos a nuestrxs hijxs?

 

Este 7 de noviembre se da inicio al juicio en que Alika Kinan, sobreviviente del delito de trata, participa como querellante contra sus explotadores en una causa por trata de personas con fines de explotación sexual. Somos muchas compañeras quienes apoyamos y acompañamos a Alika exigiendo justicia y castigo a lxs culpables. Todas somos Alika y estamos juntas en cada calle de la Argentina exigiendo justicia.

 

Nuestra responsabilidad como sociedad ante estos casos

Muchxs entre lxs que leemos esto, de una forma u otra alimentamos la permanencia de mujeres, adolescentes, niñas y niños en los circuitos de prostitución. A veces, mirando para otro lado, otras no cuestionando la tremenda costumbre de librar de culpa y cargo a los tipos que pagan para someter sexualmente. Otras, excluyendo social y laboralmente a las mujeres que no quieren estar más en esos circuitos, pero que no les queda otra. Nuestra pasividad ante la pobreza y la precaria situación de muchísimas mujeres, que se suma a la cada vez más nefasta ausencia de políticas públicas de inclusión, salud, trabajo y educación destinadas a quienes no las tienen, o tienen pocas alternativas para elegir. Y son muchas, muchísimas las mujeres (cis, lesbianas, trans, travestis) que quieren salir de la prostitución. Pero tienen miedo. Terror. ¿Terror a qué?

 

Algunos ejemplos:

Durante el taller de trata con fines de explotación sexual pudimos escuchar a muchas mujeres en primera persona relatar las violencias que padecen cuando dejan un prostíbulo, cuando se alejan de un fiolo, cuando quieren buscar otro empleo o ingresar en una institución educativa. Las escuchamos decir que no quieren que las ‘rescaten’ para dejarlas después en Pampa y la Vía. Que no les toman las denuncias de desaparición de sus hijas niñas y adolescentes, y que ellas saben que están en un prostíbulo porque les avisaron. Que toman las exposiciones de niñas acompañadas de adultos diciendo que no las busquen, que están bien, sin dejar datos reales de contacto, ni verificar que así sea. Que matan o amenazan a sus familias de origen si se van o se rebelan. Que las amenazas se cumplen.

 

Pero por fuera de ese taller, también conocemos muchas historias

‘A’ necesita acceder a alguna ayuda porque ya no le da el cuerpo. No tiene otro ingreso, ni obra social, ni una vivienda decente, ni otros recursos. No se lo dan porque ‘si se puede parar en una esquina para que paguen para chupar una pija, puede trabajar’. O al menos eso dice el de la junta médica encargada de evaluar el caso que justo anteayer la levantó.

 

‘M’ consiguió trabajo de moza en una confitería, que le duró poco. Un cliente del local le comentó al dueño que esa chica ‘daba mala imagen, che, este es un local familiar’, porque era conocida. Trabajaba en el cabarulo que está allá cerca de lo de Jorge. ‘Hace rato que no la veía’, agrega. ‘No sabés cómo la chupa’. Las opciones de ‘M’ son chupársela al dueño cuando se le cante para mantener el trabajo o volver al prostíbulo.

 

‘C’ está en su casa, por acostarse, mirando tranquila una peli con su niña. Jorge, su nueva pareja, está en la computadora paseando por redes sociales. Todo está tranquilo, hasta que él se levanta como una tromba, y se dirige a ella para decirle que es una mentirosa y una puta. Que se arrepiente de haberle creído y confiado en ella. Que es una mierda. Que agarre su hija y se vayan ya de la casa. ‘Puta de mierda, todo el mundo sabía que eras una puta. ¿Cuántos tipos te cogiste? ¿Qué soy yo para vos, un boludo?’ Un perfil falso se dedica a ‘escrachar’ a las mujeres que quieren dejar la prostitución, exponiendo fotos y filmaciones pornográficas o insinuantes. Hoy le tocó a ‘C’.

 

‘Si querés te tomo como secretaria. Ya sabés que nosotros la pasamos bien’. No quiere eso. Quiere el trabajo para salir de ahí. A ‘T’ no le queda otra que volver a pararse en la esquina esta noche. Los chicos necesitan comer y útiles para la escuela. Para colmo está todo carísimo. El auto que la pasa a buscar es el del dueño del estudio jurídico que le hizo la propuesta esta mañana.

 

Hace varios meses que ‘R’ salió de la prostitución cuando logró terminar el secundario en su pueblo. Pero todavía la señalan y la acusan a ella. Le cuesta conseguir alumnos particulares, porque muchos de los padres de la escuela la reconocen de verla parada en la esquina, o de haberla levantado en algún bar. ‘No sabes la bronca que me dio. ¿Qué le puede enseñar esa puta a la nena? Casi me muero cuando fui a pagar las clases. ¡¡Encima pretendía que le pague!! No la mando más. Lo que faltaba. Una puta dando clases particulares. Aunque pensándolo bien, por ahí le viene bien al pibe’, comenta Roberto a sus amigos mientras miran el partido.

 

Estas situaciones que ni siquiera son un muestrario mínimo de las situaciones que a diario se topan mujeres que quieren salir de la prostitución. No figuran entre las anécdotas relatadas los mails o llamadas amenazantes, ni las advertencias de lo que les puede pasar a sus familias, a sus hijas o a ellas mismas si denuncian estas situaciones (denuncias que (casi) nadie les toma). No está la vergüenza que sienten cuando las señalan años después, el rechazo de las demás mujeres por miedo a se coja al marido/novio/amante. Los dedos que las señalan cuando quieren denunciar acoso, abuso o violación. El descreimiento cuando dicen cualquier cosa”.

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